La caja curiosamente creció absorbiendo un banco hipotecario en problemas. Un negocio que ha terminado por volvérsele en contra
Estamos asistiendo probablemente a los últimos episodios de la vida de una entidad que ha llegado a ser la quinta de España, con unos activos de 75.000 millones de euros y más de mil oficinas repartidas en todas las comunidades autónomas. A finales de los años novente, salió incluso al rescate de entidades con problemas, en una estrategia que le ayudó a crecer fuera de su territorio de origen, que es la Comunidad Valenciana, Murcia y Albacete.
En 1998, cuando era presidente Román Bono, se hizo con Abbey National Bank España, una entidad especializada precisamente en préstamos hipotecarios, que al final ha resultado ser en buena parte el talón de Aquiles de CAM. Abbey había llegado a España con una política muy agresiva de captación de clientes y unos márgenes muy reducidos que le llevaron a importantes pérdidas. Meses antes había cerrado la compra de la filial española del Sanpaolo, que también acumulaba notables pérdidas.
Inmobiliario e hipotecario Pero la entidad que fagocitó bancos con dificultades se encuentra trece años después con problemas de capitalización. ¿Qué sucedió? Se han unido muchos factores, que no son exclusivos de CAM, pero que han acabado poniéndola en una débil situación.
La exposición de la caja al ladrillo ha sido importante. Su posición en la costa mediterránea, donde se construyó mucho durante los años del boom y, sobre todo, donde los promotores se hicieron con mucho suelo que se ha quedado sin salida, no ha favorecido. Pero también el préstamo hipotecario ha sido un elemento de crecimiento para las cajas de ahorros que, como la CAM, estuvieron intentando ganar cuota fuera de sus territorios de origen.
Los últimos datos individuales de la caja señalaban que el crédito hipotecario era de 38.690 millones sobre un total de 56.190 millones de euros. Tiene 3.200 millones en inmuebles adjudicados y una morosidad del sector promotor del 7,5%. Refinanciaciones La oleada de refinanciaciones de deuda a empresas tampoco ha sido exclusiva de la CAM. En su memoria declara que habría 2.110 millones en créditos vencidos si no se hubieran renegociado. Un año antes no llegaban a los cien millones. Éstos proceden de las refinanciaciones a empresas, y no sólo ligadas al conocido ladrillo, sino también de empresas industriales. Esas refinanciaciones arrancaron a finales de 2008 y en muchos casos se aplazaron pagos entre dos y tres años.
La mayor parte de estas refinanciaciones empezarán a vencer entre 2011 y 2012 y en muchos casos no se van a poder alargar de nuevo, ya que gran parte de las empresas no han superado las malas situaciones que tenían en los últimos años, según explican algunos consultores y asesores en refinanciaciones. Ésta es, a la larga, una nueva fuente de incertidumbres crediticias.
El efecto político La vinculación de las cajas al territorio de origen, la presencia de políticos en los órganos de Gobierno y la vinculación con las administraciones regionales implica que algunos de sus negocios no se habrían emprendido si fueran otro tipo de entidades. En el caso de CAM, por ejemplo, la entrada en empresas vinculadas a la Generalitat y que después no han dado buen resultado, como el emblemático ejemplo de Terra Mítica, en la que CAM –y también Bancaja– son accionistas desde su fundación y han participado en las ampliaciones de capital. También la financiación a la administración en momentos difíciles.
El año pasado, CAM multiplicó por seis sus créditos a la Generalitat, al pasar de 44 millones a 280 millones de euros. El recurso a las cajas valencianas para suscribir deuda también ha sido significativo en el último año, cuando se ha complicado el acceso de la administración a los mercados mayoristas. En octubre, Bancaja y CAM suscribieron a partes iguales una emisión de mil millones de euros. La operación fue criticada por sectores empresariales, que apuntaron que, al mismo tiempo, el crédito a las empresas se ha restringido.
¿Quién ha sido? Si se unen todos estos factores, se deduciría que la gestión de la caja se ha llevado según un modelo en el que ha primado el crecimiento, una concesión de créditos demasiado laxa y ligada a un sector que ha entrado en crisis profunda, además de una exposición a actividades empresariales derivadas de la relación con la administración.
La responsabilidad iría hacia los gestores de la caja, que probablemente confiaron en unas expectativas económicas irreales para sus clientes y negocios. |