El proceso de reestructuración del sistema financiero español está siendo más lento de lo deseable, pero roza el grado de lo decepcionante en las cajas de ahorros.
Los bancos comerciales de carácter sistémico salvarán la crisis sin mayor problema, salvo que ésta tenga una duración inesperadamente larga o que nuevos episodios de colapsos financieros no previstos cieguen el mercado del dinero. Los de tamaño doméstico deberán someterse a nuevos ejercicios de recapitalización, individuales o colectivos, además de buscar alternativas imaginativas para garantizar los flujos de financiación, una vez que el BCE ha decidido retirar las fuentes que hasta ahora garantizaban liquidez a buen precio, e incluso proporcionaban una buena parte de la cuenta de resultados si el dinero se colocaba en la seguridad de los bonos públicos.
En las cajas de ahorros, con mayor concentración de riesgo hipotecario, tanto de particulares como de promotores, las cuentas de resultados de los próximos años estarán sometidas a un estrés adicional, y precisan de un plan de reestructuración dinámico más ambicioso que el que hasta ahora se ha puesto sobre la mesa. Aunque se ha generado un nivel de ruido abundante, que puede transmitir la impresión de que hay movimientos reales de las instituciones encaminadas a solventar sus deficiencias, no esconde más que trabajosos pasos que en la mayoría de los casos sólo significan quedarse donde están. Todos los procesos de fusión abiertos hasta ahora tienen un carácter localista y políticamente defensivo, encaminado únicamente a sellar financieramente las fronteras de cada comunidad autónoma para que el poder político retenga la tutela de las entidades. En el mejor de los casos, estos planteamientos tienen un efecto neutro, pero en otros muchos magnifica los defectos que cada caja arrastra individualmente.
No es un plan suficiente. Una parte de las entidades de ahorro no tienen ni el tamaño, ni el equilibrio de mercado, ni la garantía de financiación, ni los niveles de solvencia que el futuro exige. Todos sus gestores saben que nada volverá a ser igual que antes de la crisis. Que conseguir financiación a buen precio exige unas dimensiones diferentes y que contar con los recursos propios que impongan los estándares europeos no está al alcance de la gran mayoría de ellas. El ensayo de las SIP es un mecanismo de urgencia que puede mejorar tanto solvencia como financiación, pero no es la herramienta que valga para todo en un mercado sobredimensionado, en el que el exceso de capacidad instalada puede superar el 25%.
Equilibrar el mercado supone fusionar entidades de diferentes regiones para que la estructura de su mercado de financiación y de crédito tenga equilibrio, y, de paso, intensifique la profesionalidad de la gestión. Aunque los equipos de gestión directa de las cajas tienen un alto grado de preparación y criterio profesional, tienen que soportar la esquizofrenia de contar en muchas decisiones con el concurso de unas asambleas altamente politizadas, que sesgan a veces de forma determinante el análisis del riesgo. Por tanto, busquemos operaciones cuyo saldo sean cajas grandes, eficientes y solventes, y donde los gentilicios hayan desaparecido de sus códigos genéticos, y se conserven, en el mejor de los casos, en la marca.
Una normativa que consagra el poder autonómico en materia de fusiones no da garantías de arrojar un proceso de reestructuración profesional. Debería modificarse para que el Banco de España tenga poderes ejecutivos en el diseño del mapa de cajas, que ahora sólo puede aplicar si previamente interviene a las entidades. 2010 será un año crítico, y pocas cosas indican que 2011 será mejor para el sistema financiero en España. Además, Bruselas apremia a utilizar los recursos del fondo de rescate. Pero la china que más aprieta en el zapato es la necesidad de evitar nuevas situaciones límite, como la artificialmente iniciada en Valencia por el consejero de Economía alertando del riesgo de pérdidas inminentes en CAM, que podría desatar los temores de los financiadores, que no son otros que los depositantes. Todo aquel que tenga algo que decidir en materia de fusión de cajas debe ser consciente de que la mitad del sistema financiero español puede convertirse en un lastre real para la recuperación de la economía si no se reajusta a tiempo. Y cada vez queda menos.
|