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JUAN NAVARRO

  Entidad con 137 años de antigüedad y fundada, entre otros, por el prócer alicantino Eleuterio Maisonnave Cutayar, primer alcalde de Alicante elegido por sufragio universal masculino, cuya estatua se sitúa al principio de la Alameda de San Francisco, que desde 1895 cambió el nombre por el de Maisonnave. 137 años desde su fundación, un año y medio, apenas, de su intervención por el Banco de España y un año, más o menos, desde su compra por un grupo de vendedores de butifarras, paños y salchichón, presididos por Josep Oliu, conocido como “Pepoliu” y últimamente como el hermano pequeño de Ulises Higueruelo, personaje fantástico de Marino Benejam, del TBO que se editaba en la barcelonesa calle Aribau 177. Al igual que ocurriese con el banco más antiguo de Inglaterra, el Baring, que se vendió por 1 libra a ING Direct, el Banco de Sabadell adquirió por un euro la institución alicantina por excelencia: la Caja de Ahorros del Mediterráneo.

 Paradojas e hipérboles de la vida que aquel banco, que entró en puja con la CAM para la compra del Banco Atlántico al Arab Bank Corporation, en 2003, haya terminado comprando la caja bicentenaria. Quién lo iba a augurar en aquella época de vino y rosas.

En diciembre de 2003 se anunciaba la compra, por 1.500 millones de euros, 500 más de los previstos, del Banco Atlántico por el Banco de Sabadell. “El consejo de administración del Banco de Sabadell, reunido en Londres, ha dado el visto bueno a la operación; su presidente, el señor José Oliu, ha estado informando al consejo y ha llevado las negociaciones personalmente”, afirmaba, el 20 de diciembre de 2003, el Financial Times.

Varias entidades, entre las que se encontraba la CAM, la Caixa Geral y el Banco de Sabadell, habían pujado en la compra del susodicho banco. Por parte de la caja, las conversaciones se le encargaron a Rafael Vilaplana, de “Altium Capital”, bróker alcoyano cuyo color de identidad son sus zapatos bien lustrados aunque de dudoso gusto y “el tumbao que tienen los guapos al caminar”.

Unos días antes de cerrarse la venta, Roberto López Abad acudía a una comida en el hotel “Porta Maris”, del puerto de Alicante. Recibió una llamada telefónica: “Roberto, si elevas ligeramente la oferta, el Banco Atlántico es nuestro”, dijo el interlocutor. Roberto López Abad, (Alcoy 1955), olvidó que era el director general de la CAM y lanzó un exabrupto. Ponga usted querido lector la palabra malsonante y a continuación tronó: “la oferta no varía, si quieren la aceptan y si no” y aquí coloque otro exabrupto. “ya me tienen hasta los mismísimos”. Decisión personal de ignorante.

El consejo de administración de la CAM no estaba en Londres, negociando y apoyando la negociación, el consejo de la CAM no se enteró de nada. En la puerta de la puerta del mar, al director general, máximo ejecutivo de la Institución, le pudo su soberbia. Don Curro Oliver, director general que fue de la Caja de Ahorros de Alicante y Murcia, cuando tenía que conceder un crédito a la diputación o cualquier ayuntamiento, le decía al jefe de préstamos, entonces Tono Marín: “Vamos al despacho del presidente de la diputación a firmar”. Marín le contestaba: “Señor Oliver, por qué no vienen aquí?” y don Curro le contestaba que un banquero se debe a sus clientes. Sabía estar en su papel. ¿Cómo es posible que López Abad, tras recibir la llamada dejase a un lado la soberbia y volase a Londres?. ¡Qué poco aprendió de sus antecesores!.

Juan Antonio Gisbert, que era “malo, malísimo”, al cual, en ocasiones lo comparábamos con “el maligno” de “el nombre de la rosa”, nunca hubiese dejado pasar esa ocasión.

Él llevó personalmente las negociaciones con la familia Matutes, en una notaría de una conocida calle de Barcelona y en un momento dado pidió a los colaboradores que le acompañaban que lo dejasen solo y cerró la compra del Banco San Paolo. Bueno, la cerró a falta de un seis por ciento y por ello la integración del San Paolo en la CAM se retrasó un año. Posteriores conversaciones y “engrases” llevaron a buen término la operación y mientras tanto, mi amigo Antonio Gil-Terrón Puchades fue presidente del Banco San Paolo, con sede en Barcelona y les Illes Balears.

Imagino que la compra del Abbey National Bank se llevó de la misma forma. Dos operaciones de compra que mostraron la valía profesional del personaje, que igual de chulo (pide con seis y se planta en dos y medio, Serrat, la aristocracia del barrio 1981) era para negociar la compra un banco que para su contrato de desenganche de la caja. Como buen jugador de póker, el farol lo llevaba hasta agotar al contrario. Las negociaciones para la compra del Atlántico por parte de la CAM, comenzaron en Sevilla. “Con Gisbert esto no hubiese pasado” medijo un miembro del Comité de Dirección, hoy imputado en la audiencia nacional.

Al final el hermano pequeño de Ulises Higueruelo se hizo con el Atlántico por 1.500 M de Euros. El músculo financiero del Sabadell creció enormemente a partir de aquella operación.

Sin embargo, días antes, un diario económico, daba por segura la venta del Atlántico a Caixa Geral, entidad financiera portuguesa que no tenía nada que ver con las cajas al uso. Aquello, dicen, fue una filtración interesada del gobierno portugués. Se adjudicará a Caixa Geral como contrapartidas que el gobierno de José María Aznar ofrecía al gobierno portugués con el fin de ajustar las trayectorias del futuro AVE Madrid-Lisboa.

Oliu, cual Júpiter Tronante, afirmó, y cito textual: “Esto sería una declaración de guerra para Cataluña”. Pepoliu abandonaba su tradicional “seny” para efectuar declaraciones políticas. ¡Ay! Don José, la política para los políticos y usted a sus cuentas. En la comida posterior a mi tesis doctoral, el Profesor Octavio Carpena Artés, catedrático de química agrícola de la Universidad Autónoma de Madrid, me miró y dijo: “Antoñico” (era de Santomera), refiriéndose a Antonio León Marinez-Campos, miembro a su vez del tribunal y consejero de agricultura del gobierno murciano: “para qué te metes en política si lo tuyo es la ciencia“.

Un fiasco similar se produjo en la compra del Banco Zaragozano. Al final, se lo llevó Barclays y la caja se quedó fuera de juego. Pero no pasaba nada, Pepe Pina, director general financiero, afirmaba, tras los fracasos, que el Banco de España “nos ha felicitado por la brillante y profesional oferta realizada” ¡fabuloso!. Era la segunda vez que se le escapaba, al equipo que dirigía Roberto López Abad, una operación de compra de un banco, pero los felicitaban “por la excelente oferta”.

Tras el fiasco de 2003, López Abad tomó la decisión de apostar por el crecimiento y llegar a 1.500 oficinas en toda España. Para ello mandó al que fuese director de centros de la obra social, Ángel García, a recorrer España comprando locales para apertura de oficinas. Los que conocíamos a “Angelito”, no dábamos crédito a semejante nombramiento; no es que el muchacho no sirviera para algo más que un cuentacuentos, es que entre sus múltiples virtudes, que no dudo tuviese, no figuraba la finura, el olfato, la cintura y la experiencia necesaria para negociar con inmobiliarias y particulares. Para poder financiar todo aquel despropósito, se procedió a desinvertir. En 2004 se vendió CAM agrícola, con toda su red de almacenes en una operación cuanto menos poco clara a COARVAL, una cooperativa agrícola valenciana. Casualidades de la vida; el responsable de preparar el cuaderno de venta volvía a ser Rafael Vilaplana, el de Altium Capital y los zapatos bien lustrados. Se vendió a un precio y en unas condiciones de protección de pasivos ocultos, que no alcanzaban el valor de mercado del patrimonio inmobiliario de CAM Agrícola. Los almacenes agrícolas, debido a su antigüedad, se encontraban prácticamente en el centro de las poblaciones, en suelo urbano y en un momento en el cual los precios del suelo eran muy altos. Los que pujaron por la compra fueron: la distribuidora de BASF en Lorca (Murcia), presidida por José Antonio Mantecón; un grupo empresarial alicantino de inversión que se mantuvo en secreto y COARVAL, cooperativa agrícola del reino de valencia, que se presentó de la mano de Juan Cotino, entonces conseller de agricultura del gobierno valenciano, ¿me siguen?.

Bien, vamos a terminar, por el momento, y seguiremos, lo prometo, querido lector, la próxima semana. No es bueno hacer ladrillos tan largos puesto que para ladrillos y “larguezas” ya tenemos a Rafael Juan Gálea Expósito. ¡Qué pesonaje!, al final les cambió a los vendedores de butifarras, paños y salchichones, suelo que no vale nada por la deuda que mantenía Hansa Urbana con la CAM. A ver si al final de la corrida, estos del Sabadell en lugar de sesudos financieros son más bien los alumnos retrasados de José Sazatornil “Saza”. “Ja m’ ho día el meu pare, ¡el viatjant!, y Mónica Randall le contestaba: “Mira Jaume, rovellons”. ¿Se acuerdan de la escopeta nacional?, pues era un valenciano el director de la cinta: Luis García Berlanga. Posiblemente los de Sabadell no tienen este sentido del humor valenciano.

Y puesto que se trata de ese gran condado que se llama Cataluña y que perteneció a la Corona de Aragón, hoy terminamos nuestra pastoral con una canción del “noi del poble sec”, Joan Manuel Serrat Teresa, padre catalán, madre aragonesa. En 1973 editó una maravilla: “Per al meu amic”, un álbum con deliciosas canciones intimistas: Pare, per al meu amic , Helena, cançó per a la meva mestra y demás. Hoy nos despedimos con la canción que da título al álbum:

“He tingut sort amb les dones/ que ja es molt tenir/i a les mans la primavera/que ja és dir/he pujat on la neu crema/i he caigut al sol/demaneu-me el que vulgueu/qu’en tinc de tot/ pero no pas aquest poema/volador i peti/gust d’amor/color mangrana que e escrit per al meu amic/ el bó, el dolç, el mascle”

Como realmente lo que me gusta es la radio y en Radio Alicante, de la gran cadena SER, incluso presenté la sección de “discos dedicados”, con el debido respeto y esperando acepte la ironía levantina, tengo el gusto de dedicarle esa canción de Joan Manuel Serrat, “per al meu amic” a En Josep Oliu, president del Banc Sabadell, esperando que le guste la “placa”. Asimismo, tengo el gusto de invitarle, en mi exilio de Benimagrell a un vinito cosechero de Rioja y a unas deliciosas lamas de mojama de Vicente Lea, pero la invitación, don José, no la haga extensiva a don Miguel Montes. Se lo voy a confesar, me recuerda mucho al cantante de “los del Río” y no resistiría, en su presencia pedirle que nos cantase, “Macarena”.

Nos leemos la próxima semana, querido lector.

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