El balance es claro: más de 15.700 millones de euros inyectados a los bancos, ocho entidades nacionalizadas y fusiones de cajas por doquier. Síntomas con los que se escribía ya desde la era Zapatero la crónica de una ayuda anunciada
israel viana isra_viana / MADRID
La ayuda al sector bancario español solicitada el sábado por el Gobierno de Mariano Rajoy a la UE es como la crónica de una intervención anunciada hace ya varios años, y comenzó a escribirse mucho antes de la presente legislatura. En concreto, desde que empezaron a percibirse en España los primeros síntomas de crisis económica y el Gobierno de Zapatero llevó a cabo la primera inyección de dinero público a los bancos, en octubre de 2008.
La balanza desde el inicio de la crisis es clara: más de 15.700 millones suministrados a las entidades financieras en problemas, varias fusiones entre las cajas de ahorros –que han pasado de 45 a 17– y ocho bancos nacionalizados.
Tal era la eficacia de las medidas de Zapatero que, según cuenta Mariano Guindal en «Los años que vivimos peligrosamente», la presidenta alemana Angela Merkel llegó a pedirle hasta en 17 ocasiones que se acogiera a la ayuda financiera de la UE.
Zapatero se negó y se sacó de la «manga» un plan de ajuste basado en un recorte de las pensiones y del sueldo de los funcionarios, así como la supresión del cheque-bebé. Pequeños parches para poner freno a una situación que se arrastraba desde 2008, cuando se hicieron evidentes los primeros síntomas de una crisis que el Gobierno socialista se empeñó en negar. Recuerden los eufemismos de «una desaceleración acelerada de la economía» o un «escenario de crecimiento debilitado».
Recuperando la credibilidad
El pinchazo de una burbuja inmobiliaria había puesto al borde del precipicio a varias entidades bancarias españolas, mientras nuestro sistema financiero comenzaba a ponerse en entredicho en los círculos internacionales. Pero nadie se imaginaba entonces que las decisiones políticas tomadas nos llevarían al actual escenario financiero, aunque los síntomas estuvieran delante de nuestros ojos.
Hasta cuatro reformas financieras (dos del Gobierno socialista y dos en la actual legislatura) han tratado de recuperar la credibilidad del sector bancario español, con el objetivo de evitar males mayores: el contagio de la crisis española al resto del sector financiero europeo y, tal y como apuntaba el mismo Rajoy este domingo, el rescate del Estado al estilo griego, portugués o irlandés. «Si el Ejecutivo no hubiera hecho los deberes en estos últimos cinco meses, ayer se hubiera planteado la intervención del Reino de España», aseguraba.
Según han coincido un gran espectro de los analistas económicos, la responsabilidad de Zapatero con respecto a la actual situación fue no pinchar aquella burbuja inmobiliaria y de crédito, y seguir viviendo por encima de nuestras posibilidades. España estaba ya abocada a una crisis económica de tal calibre que exigió esfuerzos permanentes como la recapitalización de varios bancos.
La primera reforma financiera de Zapatero
La primera recapitalización se produjo en octubre de 2008, cuando Zapatero lanzó su famoso plan de ayuda a la banca, alegando que la intervención pública en el sistema financiero español era «necesaria e insustituible» por la ausencia de liquidez y la reducción del crédito. Aquel esfuerzo debilitó hasta límites desconocidos todos los activos inmobiliarios y empresariales de los bancos, e hizo crecer la morosidad de los españoles por encima del 10%.
En junio de 2009 –un par de meses después de que el Banco de España interviniera la primera caja de ahorros, la de Castilla La-Mancha, y de que el IPC registrara la primera tasa negativa de su historia (-0,1%)– el Gobierno de Zapatero creó el FROB (Fondo de Reestructuración y Ordenación Bancaria). El objetivo era reformar el sistema financiero y regular las ayudas a las entidades de crédito afectadas por la crisis económica, y para ello contó con una dotación de 9.000 millones de euros.
Un año después el panorama financiero seguía precipitándose. El Banco de España intervenía Cajasur y se producían las primeras uniones de otras cajas.
El Gobierno pone en marcha entonces la segunda fase de la reestructuración del sector financiero, potenciando una segunda oleada de fusiones de cajas con el objetivo de reforzar los niveles de solvencia de las entidades de crédito. Pero esto tampoco evitó que el 22 de julio de 2011 el Banco de España tuviera que nacionalizar la Caja de Ahorros del Mediterráneo y destituyera a su cúpula.
La Ayuda necesaria
El panorama que se encontró Rajoy cuando llegó a La Moncloa no le daba margen para muchas maniobras, la cuales irían encaminadas a evitar que España cayera en el escenario más apocalíptico y tuviera que aceptar el rescate de la Comisión Europea, el Banco Central Europeo (BCE) y el FMI.
De hecho, tan sólo un día después de las elecciones del 20-N, el Banco de España anunciaba la intervención del Banco de Valencia, en el que el Estado inyectaría 3.000 millones de euros. Poco después, S&P rebajaba un escalón la calificación de diez bancos españoles –entre los que figuran Bankia, CaixaBank, Banco Popular, Banco Sabadell y Bankinter– y el volumen de créditos dudosos de bancos, cajas y entidades de crédito superaba los 130.000 millones de euros.
Con este panorama, Rajoy anunciaba recortes por valor de 16.500 millones de euros en su discurso de investidura y en febrero lanzaba su primera reforma para sanear y reestructurar el sistema financiero, empujando a los bancos a nuevas fusiones y obligándoles a aumentar en 50.000 millones de euros sus provisiones ante el riesgo de sus activos inmobiliarios. El ministro de Economía, Luis de Guindos, aseguró que esta reforma bancaria iba a resolver «el problema» y descartó una inyección pública de capital en la banca, pero los tipos de interés de la deuda española eran cada vez más altos y las dificultades de financiación de la banca se hicieron más patentes.
Bankia por sí sola había pedido 19.000 millones de euros
El pasado 9 de mayo todo se precipitó con la nacionalización de Bankia, la cuarta entidad del país, y el 1 de junio, cuando la prima de riesgo alcanzó su máximo histórico con 547,9 puntos básicos.
No había marcha atrás para el Gobierno de Rajoy en medio de la crisis bancaria más profunda que se recuerda y con un tipo de interés de la deuda española a 10 años por encima del 6,2%. Rajoy pedía el sábado la ayuda financiera a la UE con el objetivo de sanear definitivamente a la banca española. Esta ayuda se cuantificó finalmente en 100.000 millones de euros para allanar el camino a Bankia –que por sí sola había pedido 19.000 millones de euros– y el resto de entidades nacionalizadas, como el Banco de Valencia, CatalunyaCaixa y NovaGalicia.
Los síntomas estuvieron ahí, desde 2008, en una crisis que ha ido desgastando y precipitando a nuestro sistema financiero hacia el abismo, como en una especia de agujero negro que nadie vio venir.
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