El sector financiero se ha convertido en un hervidero; Se habla de boda y los prometidos no son otros que CaixaBank y Bankia; Las dos grandes cajas del país, los dos referentes del vapuleado sector de ahorro; Uno de los implicados se ocupó ayer de disipar rumores; Isidro Fainé, presidente de La Caixa, sostuvo taxativo en un acto en Barcelona que "no existe ninguna negociación con Bankia ni ningún equipo de trabajo; Pero la comidilla está en la calle.
El matrimonio de CaixaBank y Bankia sería fruto de la conveniencia. El Gobierno achucha con una política de dotaciones más dura para acelerar la limpieza de balances y al grupo madrileño le faltaría mucho resuello para cumplir esas exigencias. Ahí es donde aparece su presunto pretendiente catalán.
El carácter ambicioso del enlace hace que muchos banqueros y analistas lo miren con serio escepticismo. Son demasiados los obstáculos que toca salvar y las ventajas que reportaría esta unión no resultan tan evidentes.
Un puñado de cifras da prueba de la magnitud del enlace. CaixaBank suma activos por 267.541 millones de euros, 5.192 oficinas y 27.339 empleados. Bankia tiene a su vez un balance de 303.190 millones, 3.362 establecimientos y 21.472 trabajadores. Semejantes dimensiones quedan lejos de arrojar los ratios de eficiencia más ejemplares. Con datos a junio, la eficiencia de Bankia era del 62,7% y la de CaixaBank, que posee la mayor red de oficinas de España, del 45,7%. Y en términos de ingresos por empleado y oficina, los ratios de las dos cajas son un 20% peores que los de los grandes bancos, lo que evidencia que tienen deberes por hacer por separado.
En España se han dado en el pasado grandes uniones. Ahí están las de Santander con Central Hispano (BCH) y la de BBV con Argentaria. Pero en aquellas ocasiones no había crisis económica, ni tampoco un paro del 21%, verdadero lastre para el conjunto del sector financiero español.
En el plano económico, las expectativas no son siempre halagüeñas. Es cierto que se podría acometer el requerido saneamiento de balance. De hecho, CaixaBank es el grupo español que afronta de forma más holgada las exigencias de capital que ha impuesto la Autoridad Bancaria Europea (ABE). Pero otra cosa es el negocio. Aunque la Comisión Nacional de la Competencia (CNC) fuera benevolente, las desinversiones estarían a la orden del día por el exceso de capacidad instalada, con los consiguientes ajustes de plantilla. Y en cuestión de cuota de mercado a futuro, la experiencia de los grandes bancos es desalentadora. "Ni Santander ni BBVA disfrutan hoy del peso agregado en España que detentaban sus entidades precedentes", recuerda un analista.
Rivalidad histórica
Otra traba que salta a la vista es la sociopolítica. Barcelona y Madrid se miran con suspicacia y este recelo se plasma hoy bajo la forma de unos sentimientos españolista y catalanista -edulcorados y concentrados en el ámbito futbolístico- y de los que PP y CiU son claros exponentes. Estas dos fuerzas políticas son, respectivamente, los referentes de poder en Bankia y CaixaBank. Y hay que recordar que una fusión de cajas no es un diálogo que se rige solo por el dinero, sino que también intervienen otros intereses.
En todo caso, ambos grupos se verían obligados a justificar la racionalidad económica de la operación tras su salida a Bolsa del pasado año. La lectura que los mercados internacionales hagan de una fusión entre CaixaBank y Bankia sería crucial. Cualquier atisbo de ayuda pública, aunque fuera bajo la forma de avales, podría impactar en la prima de riesgo de España. ¿Ayudaría Europa? El ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, descartaba ayer que se haya pedido apoyo al fondo de rescate europeo para encarrilar la operación.
El alineamiento de voluntades constituiría otro escollo. Fuentes financieras apuntan que, por un lado, el presidente Isidro Fainé podría coronar con una fusión su carrera profesional (cumple 70 años este año) y elevar a CaixaBank a la categoría de líder indiscutible de la banca en el país. Juan María Nin, consejero delegado, preferiría profundizar en la expansión internacional. Las derivadas personales se complican al incluir en la ecuación a los primeros espadas de Bankia: el presidente, Rodrigo Rato, y su consejero delegado, Francisco Verdú.
Primer ejecutivo solo puede haber uno y aquí, de nuevo, la experiencia da idea de lo efímera que es la convivencia. Hace una década que Emilio Botín dejó de estar acompañado en Santander por José María Amusátegui y Ángel Corcóstegui. Tampoco Francisco González departe en BBVA con Emilio Ybarra.
Y si tantas trabas políticas, sociales, económicas y personales afronta la fusión de CaixaBank con Bankia, ¿por qué no buscar a un inversor extranjero?
Por principio, a muchos Gobiernos no les gusta que haya bancos de referencia bajo control foráneo. Y traspasar el control de Bankia implica ceder poder en cotizadas españolas de peso (IAG, Iberdrola, Mapfre e Indra). Bajo una óptica más liberal esa llegada de capital sería buena. "No estamos para rechazar el dinero de nadie", se lamenta un analista.
Pero es que tampoco sobra el interés foráneo. Como señala Michael Lafferty, un veterano consultor financiero, "los bancos europeos tienen sus propios problemas de capital y tampoco percibo ningún interés por las entidades españolas por parte de firmas asiáticas. Dicho esto, los grandes grupos brasileños echarán un vistazo sin lugar a dudas a las oportunidades que surjan. Tal vez es hora de una invasión financiera a la inversa". |