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LUIS PRATS PÉREZ Así quieren tener a los trabajadores la mayoría de la clase política, incluyendo a quienes representa la otra Soraya que una vez en la oposición vuelven a la pancarta y a la calle cuando en ocho años gobernando poco o nada hicieron para parar la sangría del paro como no fuera también recortar derechos a los trabajadores. Así quieren tener a los trabajadores patronos y empresarios, así quieren tener a los trabajadores círculos mercantiles, fundaciones de economistas, cámaras de comercio, que siguen en gran medida siendo subvencionados por el poder político de turno directa o indirectamente, malgastando el dinero de la gran masa trabajadora, léase clases medias, que a través de sus impuestos da de comer a toda esta grey en los derredores gubernamentales. Así los quieren algunos voceros mediáticos en campaña brutal contra el sindicalismo al que intentan de humillar tratándoles de muladar, contando verdades a medias, y a cuyo frente figura la cadena Intereconomía que no se corta un ápice en ello como tampoco en tachar de enfermos a quienes optan por una sexualidad distinta.
Jodidos pero contentos quiere a los trabajadores el dueño de Mercadona, cuando sostiene que deben aprender del esfuerzo laboral de los chinos, confundiendo la sonrisa sempiterna propia de la cultura china con el esclavismo que forzó la revolución maoísta. Ningún trabajador en nuestro país puede estar contento, ni incluso el más acérrimo defensor del espíritu calvinista, cuando de un plumazo desaparece del contexto de las relaciones laborales la negociación colectiva, consagrada en la Constitución en su artículo 37.1. Ningún trabajador puede estar contento cuando el despido se abarata con la excusa de aminorar las cifras del paro, cuando éste aumentó brutalmente aún cuando era ostensiblemente más oneroso.
Confunden malévolamente los libre pensadores por la desaparición de los sindicatos a éstos con sus dirigentes, hablan de la escasa representatividad de un 5% de afiliación de la población activa, ocultando las cifras de votos y delegados conseguidas en citas electorales. Tanto UGT como CC.OO. se han ganado su abrumadora representatividad en elecciones libres y democráticas de los trabajadores que se celebran cada cuatro años. Las siglas de ambas organizaciones son el resultado de en un caso de más de cien años de lucha obrera y/o de ser prácticamente única oposición interna al régimen franquista desde la clandestinidad en fábricas, minas y talleres.
La huelga general del próximo día 29 está tan justificada como patente es el artículo 7 de nuestra Carta Magna que proclama la existencia de los sindicatos muy a pesar de algunos. Los trabajadores tienen derecho a defender sus intereses colectivamente a través de las organizaciones sindicales y cuando aquéllos se ven conculcados por la acción u omisión del gobierno de turno, activar como culminación de movilizaciones la huelga general. Sin depender de nihil obstat alguno y sabiendo del carácter político de la misma, las cúpulas sindicales deben también tener en cuenta que tras la huelga general, de no lograr los objetivos quedarán en inferioridad ante el ejecutivo. A los dirigentes que la convocan, los mismos que la hicieron al gobierno de Zapatero con gris resultado, deberán pedir cuentas los trabajadores.
Pero aún así, el 29 es nuestro día, el día de los trabajadores, el día de nuestra protesta, de nuestra reivindicación, de que nos vean, de que sepan que no nos callamos, de que no nos conformamos con palabras, que queremos hechos. Queremos trabajo, queremos bienestar, queremos sueldos dignos, queremos que nuestros impuestos no sirvan para enriquecer a unos cuantos en instituciones y grandes empresas, que no tragamos con los sueldos millonarios aunque sean en empresas privadas cuando nos recortan, nos tiran y nos menosprecian. Ejercitar el derecho a la huelga no es sumar caos a una situación crítica, es contestar democráticamente a pérdidas de derechos fundamentales en las relaciones laborales.

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