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La encrucijada de la CAM

Laverdad.es Recopilado por Sindicato Alta - 04/12/2011

 

Con 136 años a la espalda, y varios meses de intensa turbulencia, la nacionalizada Caja Mediterráneo se juega su ser o no ser con la inminente decisión del Banco de España 

El dinero tiene rostro; Como en otros bancos y cajas, una tradición no escrita hacía que muchos padres llevaran a sus hijos a la Caja de Ahorros del Sureste de España, llamada así allá por los años 60, para que abrieran su primera cartilla de ahorros con 100 pesetas. Una libreta verde en la que el empleado de la oficina hacía el primer asiento del nuevo cliente, que luego reproducía en una cuartilla de cartón que iba a parar a un archivador donde se ordenaban las fichas por orden alfabético, con los bordes manoseados por las maniobras de sacar, anotar y guardar al ritmo con el que crecían los ahorros. Aquel empleado conocía a todos los clientes por su nombre y era el depositante de las cuitas que le confiaban: estrecheces y alegrías de la tesorería familiar que guardaba como un secreto de confesión y que iban a la par del dinero que entraba o salía. El zagal guardaba aquella libreta como oro en paño en el rincón más seguro de la casa y no le importaba lo que la caja hiciera con su dinero; solo pensaba en aumentar su pequeño tesoro. Aquella era una de las oficinas que con el paso del tiempo, y tras la sucesión de nombres fruto de continuas anexiones, devino en Caja Mediterráneo. Con 136 años a sus espaldas, la CAM está en su mayor encrucijada a la espera de ser vendida en una subasta donde Banco Sabadell es el mejor situado. Se asoma un nuevo ciclo para una entidad cuya historia ha ido en palalelo a las de la Región de Murcia y Alicante.

Cuando en el arranque del año 1998, el todopoderoso presidente de la Generalitat Valenciana, exministro y exalcalde de Benidorm (con ayuda de una tránsfuga) puso la primera piedra de Terra Mítica, el parque temático sostenido aún hoy por las cajas de ahorros valencianas, nadie esperaba que, apenas trece años después, el sistema y el poder financiero de la Comunitat Valenciana se esfumara, y la CAM con él. Era el engendro de una forma de hacer en la que los consejos de administración fueron copados por políticos (especialmente del PP desde la aprobación en el 97 de la nueva Ley de Cajas de Ahorros de la Comunidad Valenciana, que elevaba al 50% el porcentaje de representación  política) y por promotores.

A pocas jornadas de que se sepa si Caja Mediterráneo escribirá su futuro como banco privado o público, o como trozos dispersos de una historia centenaria en manos de fondos ´buitres´, (aunque todo apunta a que será Sabadell su nuevo gestor y propietario como hace días apuntó este diario) viene a cuento recordar la historia amable de la CAM. Que la tiene, pese a cobrar en los últimos meses protagonismo casi exclusivo la gestión y las excentricidades, por decirlo de un modo suave, de un grupo de ejecutivos capitaneados por Modesto Crespo, Roberto López Abad y María Dolores Amorós que, en plena ruina de la Caja, se otorgaron pensiones blindadas y sueldos de escándalo. La CAM ha sido crisol del esfuerzo de miles y miles de familias empleadas y de las buenas obras hacia la sociedad en Murcia y Alicante a la que ha servido durante la friolera de 136 años.

CAM es fruto de una treintena de fusiones y absorciones de pequeñas cajas o de bancos consolidados, un periplo que arrancó en el año 1875 con el Monte de Piedad de Alcoy y, dos años más tarde, con la Caja Especial de Ahorros y Monte de Piedad de Alicante. Una historia que está trufada de obras buenas, de obras benéficas, de actos nobles para la mejora de familias y empresas, de ayudas para la superación personal, de arte y sentimiento, de cultura, en suma, en su estado puro.

Decía Vicente Ramos, excronista de la provincia de Alicante e intelectual del siglo XX, recientemente fallecido, que todo se debía al pensamiento creador de Eleuterio Maisonnave Cutayar, quien inició la presidencia de un Ayuntamiento republicano en Alicante dos días después de que, también un 22 de julio, aunque en este caso de 1869, se proclamara el estado de guerra en España, poco después del destronamiento y expulsión de Isabel II. Relata el historiador Ramos, que vio impreso su libro en homenaje a la Caja de Ahorros del Sureste de España y a su ilustre fundador (Antonio Ramos Carratalá) un 6 de diciembre, festividad de San Nicolás, patrón de Alicante, del año 1965: «Las graves crisis políticas nacionales del pasado siglo y sus secuelas de orden económico, unidas a otras desgracias y estragos, todo se alió para que la ciudad de Alicante atravesara una década luctuosa (1870-1880), que, herida por inseguridades, miseria y lágrimas, paralizó el ritmo de su progreso».

Y prosigue Ramos: «Al objeto de remediar tan aflictiva situación y terminar con la usura, Maisonnave concibió el establecimiento, en su ciudad, de una Caja de Ahorros, al estilo de las que ha funcionaban en otros países, destinando el ahorro a la creación de capitales, con los cuales se protege el trabajo, se fomenta la industria, se acumulan medios para emancipar al trabajador, imbuyéndole la idea de que el capital y el trabajo, esos dos grandes elementos de la riqueza pública, son perfectamente armónicos, sin que pueda dejar de ser el uno necesario complemento del otro».

Así fue que Eleuterio Maisonnave dio forma a la «obra inmortal, donde dejó imperecedero el recuerdo de su altísimo valer», según relata Francisco Alberola en su obra ´Alicante y su Caja de Ahorros´, del año 1949. El 5 de marzo de 1877 se escribía ´Memoria y Estatutos para la creación de una Caja Especial de Ahorros en Alicante´. Se crea formalmente diez días más tarde por iniciativa del propio Maisonnave y secundado por la sociedad benéfica Los Diez Amigos con un capital inicial de 25.000 pesetas. Entre sus primeros depositantes, Adolfo Fáez, Manuel Ausó Monzó, Vicente Guillén, Alejandro García Pujol, Tomás Tato, Marcelo Losada, Gregorio Carratalá, Clemente Miralles, José Vicent, Miguel Bonanza o Román Bono. Su primer consejo de admnistración lo dirigió José Pascual del Pobil por 39 votos.

El germen

Este es el germen de Caja del Mediterráneo, ahora en vías de desaparición de su esencia alicantina y murciana, aunque en realidad haya que remontarse hasta el año 1875, dos antes, cuando se creó el Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Alcoy. Tenía como fundamento un legado póstumo de Diego Fernández Montañés consistente en 300.000 reales de vellón, con la obligación de que los vecinos de Alcoy aportaran 700.000 más, condición ´sine qua nom´ para su constitución. De nuevo, conjunción de capital y trabajo, dos factores de riqueza pública. Fusión mucho menos diabólica y perversa que esa otra: la de políticos y promotores. Caja Mediterráneo nace, pues, en el año 1875 y 1877 para la conjunción de capital y trabajo como elementos potenciadores de la economía local. Pero la CAM, tal como se conocía hasta su intervención el pasado 22 de julio por el Banco de España para sanearla y venderla al mejor postor, es producto de hasta treinta fusiones y/o absorciones.

Aparte del parto del año 1875 y 1877 ya descritos, hay varios hitos muy importantes en el devenir de CAM. Quizás el de más calado tiene lugar en 1940 con la creación de Caja del Sureste tras la unión de las cajas existentes ya en Alicante, Elche, Jumilla, Yecla, Cartagena, Murcia y luego Caudete por iniciativa de la CECA. Antonio Ramos Carratalá fue el inspirador, adalid y gestor, como presidente y como director, hasta hallar la muerte en un accidente de tráfico en Albacete. El Banco de España le había encargado la fusión de todas estas entidades para darles viabilidad tras una exhaustiva inspección financiera. Su trabajo le valió la medalla al mérito al trabajo por su encomiable labor en una época de recesión económica, en plena posguerra española. Constituye el pilar de la posterior Caja de Alicante y Murcia (CAAM, creada en 1975) y de la actual CAM. La Caja Murciano-Albacetense fue creada en origen por las Cámaras de Comercio de Murcia y Albacete en 1922 para potenciar el empleo y la riqueza, de la mano de la antigua Seguridad Social (Instituto Nacional de Previsión). Una mitad de esta entidad fue adjudicada en su momento a Murcia y la otra, correspondiente a Albacete, a Valencia, según recuerda uno de los historiadores de la CAM, exjefe de Comunicación y empleado durante casi medio siglo en la entidad, Toni Gil.

Otro hito en la entidad lo marca el año 1975, con el nacimiento del auténtico antecedente de CAM, la Caja de Ahorros de Alicante y Murcia, producto de la integración de las del Sureste de España, Alcoy, Novelda, Crevillente, Orihuela y Alhama. La Caja registra aquí su verdadera expansión multirregional bajo esta denominación, que no cambió hasta 1988, cuando el nombre adoptado es el actual de Caja Mediterráneo. Aparte de las citadas, la CAAM integra a las cajas de Jávea y de Ingenieros de Madrid, «porque estaban muy tocadas y el Banco de España nos pide a nosotros que las salvemos», destaca Gil. En el año 1988 nace CAM en realidad como resultado de la historia evolutiva de todas las demás entidades. La última, la de Torrent, en 1990. De su mano se penetra en el mercado valenciano. El ´cap i casal´ daba mucho juego, aunque la Ley de Cajas vigente prohibía taxativamente abrir oficinas fuera del territorio natural de cada caja y el Banco de España era muy expedito. Pese a ello, la Caja de Valencia dio el aldabonazo abriendo 20 oficinas en Alicante y CAAM responde inaugurando 5 en Valencia. Por ello, el Banco de España deja hacer ante la demanda de dinero para los negocios tras la última crisis de los años 80 y CAM integra por fusión en 1992 a Caja Provincial de Alicante (nacida en 1954 bajo el protectorado de la Diputación) y a Caja de Ahorros de Valencia (CAPAV). De la mano del tándem Román Bono Guardiola (el presidente más independiente que ha tenido la CAM, según diversas fuentes, y a quien la Generalitat Valenciana sustituyó in extremis por otro más dócil, Vicente Sala) y Juan Antonio Gisbert (que dimitió forzado por el tándem Zaplana-Gil Terrón en 2001 al no plegarse a sus megalómanos proyectos ni al conato de fusión con Bancaja) fue desde el año 1992 cuando CAM creció hasta convertirse en la cuarta caja de ahorros más poderosa de España y una de las seis primeras entidades financieras del país.

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