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Alicante 24/07/2011; En febrero de 2007, los inspectores del Banco de España advirtieron alarmados a sus jefes de que la CAM carecía de «control interno», ya que su consejo de administración no vigilaba las inversiones inmobiliarias de riesgo extremo que estaba acometiendo el director general, Roberto López Abad. Para la inspección era crucial que este organismo tuviese «una participación más activa» en la contención de un riesgo promotor absolutamente desbocado, según un informe oficial adelantado por EL MUNDO el 30 de mayo.
Sin embargo, ni Miguel Ángel Fernández Ordóñez, ni el consejo de administración -postrado en su mayoría por su fidelidad al presidente Francisco Camps y amansado por viajes de lujo y créditos baratos- puso traba alguna al frenesí inversor de la dirección de la caja. Y así hasta ahora, cuando el agujero de la entidad ha rebasado los 4.000 millones.
El supervisor sabía que los resultados de la CAM en los test de estrés iban a ser una catástrofe y que sus gestores eran incapaces de estabilizar la fuga de depósitos. Pero lo que Ordóñez no esperaba era que los antaño mansos consejeros de la entidad se iban a sublevar para destituir a su presidente, Modesto Crespo, y a López Abad, y así copar los puestos clave en el consejo del banco en el que se ha transformado la caja, el Banco CAM. Fue lo que sucedió y lo que precipitó la intervención.
La rebelión, que se venía gestando desde hace dos semanas, se materializó en el consejo de administración del 15 de julio. En ella, la mayoría de los vocales exigió a Crespo que aprobara dos puntos: establecer un protocolo de trabajo con el Frob y que se ampliara a 15 el número de consejeros nombrados en el Banco CAM. Y todo ello, pese a que el Banco de España planeaba nacionalizar la caja en apenas dos semanas. Precisamente la víspera el supervisor había comunicado a la CAM su negativa a darle parte de las ayudas en forma de préstamo, y no de capital, como quería la caja.
El punto más importante era el último. Vaciada la caja, los puestos del consejo del Banco CAM eran los únicos apetecibles. Sin embargo, ya estaban ocupados por los dirigentes bajo cuya gestión la caja se había situado al borde de la intervención: el polémico López Abad; el propio presidente, Modesto Crespo; la actual directora general, María Dolores Amorós; el consejero Ginés Pérez, amigo de Crespo, y el letrado de la entidad, Juan Martínez Abarca. La presencia de López Abad era vista con indignación en la entidad. Se había prejubilado, pero no había abandonado su puesto en el banco.
El presidente de la CAM intentó frenar la revuelta y emplazó a los consejeros a evitar «situaciones de tensión» cuando el Frob iba a nacionalizar la entidad a primeros de agosto. Pero 12 de los 20 consejeros de la caja le replicaron que ello daría una sensación de «estabilidad y normalidad». Era una suave forma de justificar al golpe de mano contra el presidente. Querían copar el consejo del banco con la intención de tutelar la entrada del Frob.
Crespo logró posponer in extremis la asonada. El lunes se desplazó al Banco de España para defender un plan de viabilidad basado en la integración con Ibercaja y para pedir dos meses más de plazo. «Pero tú, ¿a quién representas? Si ni siquiera controlas tu consejo», le reprocharon en el órgano supervisor. Fue su sentencia de muerte.
El presidente de la entidad regresó a Alicante destrozado. En el Banco de España, la decisión estaba tomada y se ejecutaría a la brava: su delegado provincial irrumpió, el pasado jueves, en el consejo de administración en el que se debatían los nombramientos para entregar a los vocales una carta. En ella, se les advertía de la nefasta situación patrimonial de la entidad y se les daba un plazo de 10 días para presentar un plan de recapitalización válido. Además, se les dejó entrever que el Banco de España exigía su renuncia inmediata bajo la amenaza de abrirles expedientes y multarles.
Sólo así, los consejeros rebeldes desistieron de la sublevación y firmaron su renuncia el pasado viernes por la mañana. Curiosamente, las últimas palabras de Crespo a sus ex compañeros no fueron para hablar del funesto destino de la quebrada caja, sino de su mentor, Francisco Camps, a quien defendió como una persona «inocente y honrada». |
