LUIS PRATS PÉREZ La dimensión de los últimos acontecimientos que han llevado a la ruptura de la fusión fría por irreconciliables desavenencias entre los principales actores Cajastur y CAM, nos ha dejado helados a todos los que dábamos por concluido un SIP que desde sus inicios contó con la animadversión de buena parte de los directivos y dirigentes de la caja alicantina, al verse desplazados por el liderazgo de los asturianos encabezados por Menéndez. El orgullo herido de la CAM no es sino consecuencia de la mala gestión de los mismos que han forzado la ruptura de la fusión con asturianos, extremeños y cántabros. El matrimonio de conveniencia al que se vio forzada la entidad alicantina no ha llegado ni a consumarse, pero lo arriesgado es que en adelante las dificultades para encontrar nueva pareja en el baile de las fusiones constituirán un auténtico camino de espinas. Porque, ¿quién después del divorcio expres está dispuesto a cargar con las "insostenibles" cuentas de la CAM? Para esta pregunta, no hay demasiadas respuestas. En el actual panorama financiero español quedan muy pocos que puedan afrontar una fusión/absorción de la CAM. Partiendo de la base de que la caja alicantina en ningún caso está en condiciones de liderar fusión alguna, y que los imponderables para que cualquier banco termine por adquirirla, dadas las enormes dificultades legales que ello conllevaría, harían imposible tal operación, la alternativa pasa por dos situaciones bien diferentes. La primera, una intervención del Banco de España como la que se llevó a cabo en Caja Castilla-La Mancha, que terminaría poniendo en almoneda al mejor postor los restos de la caja, y la segunda, todavía factible, que alguna institución de ahorro acudiera al rescate de la despechada caja alicantina. Repasando el mapa de fusiones llevadas a cabo últimamente, únicamente se divisan dos casos con ciertas posibilidades de evitar la temible intervención. Una consistiría en que la autoridad monetaria convenciera a Isidro Fainé, a la sazón presidente de La Caixa y de la CECA, para que se hiciera cargo a través de una fusión de la institución alicantina. La segunda pasaría por que la CAM se hiciera un hueco en el proceso iniciado entre Unicaja y Caja Duero-Caja España todavía en sus primeros pasos, siempre y cuando la entidad alicantina dejara de lado sus enfermizas pretensiones de liderar o imponer condiciones a quienes parecen más solventes y menos prepotentes. En el resto de las fusiones, tanto las que están en sus inicios, como la de las cajas vascas, o las que están en sus últimas fases, parece que la CAM no tiene cabida. Ni en la de las gallegas, ni en Bankia con la alargada sombra de Bancaja, ni en la que lidera CajaMurcia, a la que ya rechazaron los directivos de la CAM por similares motivos, tendría acomodo la entidad alicantina. Lo peor de toda esta demente actitud, sobrevenida por un ramalazo de delirios de grandeza, es que a partir de la fecha, siempre será peor el remedio que la enfermedad. Donde quiera que acabe la CAM, será seguramente en peores condiciones que en el SIP liderado por Cajastur. La solvencia de la CAM ha estado en entredicho y a partir de su ruptura, lo estará más aún. Lo único seguro es que el camino en soledad está totalmente descartado. Ni por un momento se habrán parado a pensar quienes han llevado a este túnel sin salida a la CAM en las consecuencias que sus decisiones van a tener en casi mil empleados que ya se estaban preparando para una prejubilación forzada, y que muchos de ellos habrían hecho previsiones y provisiones para ese futuro inmediato que les estaban obligando a tomar. Antonio Ramos, Román Bono, Curro Oliver y el mismo Juan Antonio Gisbert, no estarían/estará muy orgullosos que digamos de la gestión del último equipo directivo que ha llevado a la caja a esta ignominiosa tesitura. |