En los últimos seis meses, los grandes bancos españoles han acelerado el cierre de muchas de sus sucursales. Banco Santander, BBVA, CaixaBank, Bankia, Banco Sabadell y Banco Popular han suprimido, entre enero y junio de este año,
741 oficinas. Este ajuste realizado por seis de las siete entidades nacionales cotizadas -Bankinter es la única que ha abierto una oficina- es consecuencia de la difícil situación que vive desde hace años el sector, inmerso en un proceso de cambio para ganar solvencia y competitividad.
Aunque cada entidad se enfrenta a sus peculiaridades, todas tienen en común varios condicionantes que están modificando a marchas forzadas la forma tradicional de hacer banca y, por ende, su modelo. El primero, los tipos deinterés cero que viene aplicando el Banco Central Europeo. Ello se está traduciendo en una bajada constante de los márgenes crediticios, que es de donde proviene la mayor partida de los ingresos de los bancos. De hecho, entre enero y junio, las siete entidades cotizadas redujeron en 672 millones de euros sus ingresos globales por este concepto. Ya lo había advertido el presidente del BBVA, Francisco González, cuando denunció hace meses que la estrategia del BCE en materia de tipos de interés "está matando a los bancos". Incluso el Banco de España llegó a admitir que dicha medida podría dar lugar a "problemas de estabilidad financiera" en "determinadas partes del sistema económico", en alusión a los bancos. Hasta que el BCE no normalice la política monetaria será muy complicado que éstos vuelvan a unos niveles de rentabilidad aceptables.
El segundo reto al que se enfrenta la banca es el de la transformación digital del negocio. Hablar hoy de las cuatro grandes empresas ya no es hacerlo de los bancos, sino de las tecnológicas: Google, Apple, Amazon y Facebook copan los ranking de las mayores compañías del mundo y ya han empezado a ofrecer servicios financieros. "Valen más que nosotros. Tienen más liquidez y están expuestas a una menor regulación", señalaba el año pasado Ana Patricia Botín, presidenta del Santander. La banca tiene que acometer una revolución digital que traerá consigo una renovación de su organización interna y de las relaciones con los clientes, haciendo que éstos puedan realizar casi cualquier operación desde su móvil.
Al final de este proceso, el negocio financiero se habrá transformado de forma muy profunda. Seguramente, se cerrarán miles de oficinas, con sus consiguientes pérdidas de empleos. Las empresas cada vez tendrán menos bancos a los que acudir en busca de créditos. Y los particulares encontrarán más dificultades para conseguir buenas condiciones para sus hipotecas. Pero estos cambios son el camino ineludible que tiene que recorrer la banca para huir de la insolvencia y dejar atrás su debilidad. Una debilidad que pone en riesgo la estabilidad económica del país, pues los bancos no rentables son una rémora para la sociedad.
Al igual que para atajar la crisis de 2007, que acabó con el fin del modelo de las cajas de ahorros, se necesita un esfuerzo brutal para acometer este proceso. La banca española es una de las más sólidas del mundo. Así lo certifican las clasificaciones internacionales. Y para mantener esa imagen debe aplicar reformas de calado, como ya ha hecho en otras ocasiones. Cuenta con los recursos y flexibilidad suficientes para hacer frente a estos desafíos.