La Caja de Ahorros del Mediterráneo afronta sus dos últimas semanas de vida, antes de ser vendida a una entidad solvente, bajo la intervención del Banco de España, sin contar con su tradicional consejo de Administración, desalojado de sus funciones desde el pasado día 22 de julio y sin directora, la hasta ahora responsable María Dolores Amorós, una ejecutiva clave en las anteriores direcciones de Roberto López o Juan Antonio Gisbert
ALFREDO FERNÁNDEZ Alicante / 16 de agosto de 2011
La suerte está echada de cara a la venta de la caja alicantina ante su situación financiera. Lo malo de esta venta, a diferencia de otras en los mercados de cajas potentes, como la CAM, es que se deja al arbitrio del comprados una red de 1.000 oficinas y unos 6.500 empleados bajo el estigma de entidad que ha caído en picado coincidiendo con el golpe de timón contra el presidente "senny" Román Bono, que cayó bajo las balas mortecinas y flirteos financieros de Juan Antonio Gisbert, en una tarde de arroces y tartanas del Dársena, en un 18 de febrero.
Era entonces el hombre acaudalado de la CAM, al que querían hasta los sindicatos por su sentido de familia de caja y ancestros. Alguien habló de puñaladas cuando después de la comida en el Dársena, el bueno de don Román no podía ni llegar ni a coscoletas ni a coscurricullas a su eterno domicilio de la torreta de Doctor Gadea.
Eran los tiempos de Gisbert cuando pactó el trípode de reparto financiero con el entonces presidente generalicio Eduardo Zaplana. Entonces tenía un triunvirato de reparto provincial y autonómico: dejaba sus cuotas comedidas a Javier Guillamón, en Murcia, a Gil Terrón, en la Valencia de Zaplana y, como no, al territorial urbanístico alicantino Vicente Sala, en su feudo de mayor control, la provincia. El mundo estaba hecho a imagen y semejanza de adivinadores jóvenes, buena marca (CAM), que valía tanto para el Mediterraneo como para Murcia o lo que pudiera venir.
Ahí estaba Gisbert y su segundo, Roberto López, que se quedó sin primera plaza en el 92, cuando en el destronamiento de Miguel Romá por su hijo preferido, el alcoyano Gisbert, dio un giro a la mitología de Saturno devorando a sus hijos. Gisbert demostraba un 24 de marzo del 92 que tenía "la providencia" de que los padres están demasiado mayores para las aventuras financieras. Le quedaban las buenas formas de un Román Bono, el señor de los buenos barcos del Rey y cuentas que asustarían al Gran Kan, a las cajas alemanas y el famoso colchón "Pikolín" de los 70.000 millones de pesetas que asustaba al poder valenciano de Bancaja.
La suerte estaba echada con tanto acierto de aventuras intrafronterizas porque parecía que le tocaba la hora a López Abad, que asumió la dirección general de CAM en febrero de 2001. López fue elegido para el cargo con las bendiciones del entonces presidente de la Generalitat, Eduardo Zaplana, que, según los mentideros de entonces, forzó el relevo de Gisbert. López dejó la entidad el pasado diciembre para integrarse en el comité de dirección de Banco Base y su puesto en CAM pasó a manos de María Dolores Amorós, nadie sospechaba que el Banco de España miraba las cuentas de la entidad alicantina tras las sospechas de su desairada novia Cajastur.
López, que a petición del presidente de CAM (Modesto Crespo) fue designado director general honorario con carácter vitalicio pese a marcharse al Banco Base, en el que nunca creyó Cajastur. En el medio esta su indemnización y sus responsabilidades.
López se marchó al SIP y se llevó con él a José Pina, ex secretario general de CAM. Pina, que fue sustituido en la caja por Agustín Llorca, que se prejubiló el mismo día 22 coincidiendo con la intervención del Banco de España, si ha vuelto a la entidad tras la ruptura del SIP. Estos dos directivos eran los únicos integrantes de la cúpula de Banco Base que habían dejado de trabajar para la caja de origen.
Tras la destitución de la directora Amorós, los gestores del Banco de España miran con lupa todos los movimientos, no sólo de los equipos directivos, con Gisbert como Marca Hispana, sino también a los dos últimos presidentes, los dos en la misma línea de fuego, Vicente Sala y Modesto Crespo. Lo que todos el mundo tiene claro, desde la CAM hasta el Banco de España, es que Román Bono fue y es el gran señor de la CAM, al que nunca se le debió apuñalar aquella tarde del 18 de febrero del 98. Don Roman será el único espíritu de esta CAM mientras suena la tragicomedia del "Señor de Olmedo", que por la tarde le mataron....... |