La caja se siente víctima de un complot urdido desde el Banco de España, que desdeña su plan de viabilidad porque ya tiene decidida su nacionalización, troceo y venta.
El core capital no existe como requisito del Banco de España, sin embargo las agencias de rating te miran mal si tienes menos del 6%. El Banco de España se mete poco en ello porque no te lo exigen, no lo tienen en normativa y se abstrae". Así de seguro se mostrabaRoberto López Abad hace justo tres años, en una entrevista que le hizo mi compañero Luis A. Torralba. El entonces plenipotenciario director general de Caja Mediterráneo (CAM) sacaba pecho ante los medios ante la inminente salida a bolsa de la entidad mediante la emisión de cuotas participativas, la única fórmula directa que tenían las cajas de ahorros para someterse al escrutinio del mercado.
Aquel 28 de julio de 2008, cuando las primeras ´acciones´ de la caja empezaron a cotizar, Roberto López Abad buscó las cámaras de televisión tocando la campana de la Bolsa de Madrid, ya que la de Valencia parecía poco para tan osada aventura. Tres años más tarde de aquella mañana de euforia (merecida, en todo caso, pues ninguna otra caja se atrevió a dar ese paso aunque el balance que ahora se puede hacer sea decepcionante) López Abad ha dejado la caja en medio de un silencio que resulta casi ensordecedor.
Pienso que la caída en desgracia del que, si nada ha cambiado, es director general honorario y vitalicio de CAM aunque ya no trabaje allí, todavía debe ser contada. Porque entre el momento en que López Abad dejó la dirección general de la caja para irse a Banco Base (la entidad que iban a compartir con Cajastur, Caja Cantabria y Caja Extremadura) hasta que el viernes el consejo de administración tuvo conocimiento de que se había acogido al plan de prejubilaciones, hay demasiados momentos oscuros a los que habrá que ir arrojando luz.
Entre aquella entrevista y la situación actual de CAM han pasado tantas cosas en el sistema financiero mundial y, por extensión como no puede ser de otra forma, en el español, que casi resulta irreconocible el escenario que dibujaba López Abad. Sin embargo, la cita que sirve de arranque a esta columna, sí incluye un nexo común: el Banco de España.
Y es que el exdirector general de CAM apuntaba a una realidad que, no solo iba a cambiar con la crisis financiera, si no que se convertiría en el detonante de la reestructuración de un sector reticente en extremo a los cambios.
Cuando el Banco de España dejó de abstraerse, como dijo López Abad, todo saltó por los aires. Los procesos de concentración se aceleraron como jamás se había previsto. La partida de ajedrez que había comenzado con lentos movimientos se aceleró endiabladamente. CAM se enrocó y ahora está arrinconada en el tablero, acechada por la amenaza de nacionalización.
El jueves pasado, el consejo de la caja amenazó con un motín. Y es que en la cúpula directiva de la caja se ha instalado la sensación de que el Banco de España no tiene ningún interés en su viabilidad, que aseguran es posible sin necesidad de que el Estado entre en el accionariado de Banco CAM.
La caja se siente víctima de una conspiración urdida por el supervisor para evitar que pueda acceder a ayudas públicas del FROB 1, las que se convertían en capital, para no facilitar la entrada de socios externos, aunque tengan una reputación tan discutible como JC Flowers, con quien negocia (¿qué sabe el fondo americano que no sepa el Banco de España?), y, en definitiva, para llevarla a un callejón sin salida que le obligue a aceptar los 2.800 millones del FROB 2 (el que sí se convierte en acciones), que supondría la entrada en el consejo de una mayoría de consejeros que optarían por trocearla y venderla al mejor postor,
No parece paranoia lo del consejo de CAM, ya que el Banco de España no parece muy interesado en ese plan. Lo que no está tan claro ya es si el organismo que dirige Miguel Ángel Fernández Ordóñez no tiene motivos más que suficientes para el escepticismo. Al fin y al cabo, el día que dejó de abstraerse (¿debió hacerlo antes critican muchos no sin razones?) puso fecha de caducidad a muchas promesas de enmienda incumplidas y límite a agujeros insondables.
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