El sector financiero ha recibido con aplausos la marcha de Miguel Ángel Fernández Ordóñez como gobernador del Banco de España. Le acusan de no haber gestionado bien la crisis y, sobre todo, de ser responsable de la desaparición de las cajas, al no haberse atrevido a intervenir las enfermas y haber forzado a las sanas a fusiones suicidas.
| Ruth Ugalde
"Es lo mejor que podía hacer". "Ya era hora". "Nadie apoya su gestión". Éstas frases son sólo algunos ejemplos de las perlas que, a micrófono cerrado, pronunciaba ayer profesionales del sector financiero al conocer la decisión de Miguel Ángel Fernández Ordóñez de adelantar su salida del Banco de España.
Después de cinco años y once meses como gobernador, MAFO, como se le conoce en el sector financiero, comunicó ayer al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, su decisión de dejar la entidad el próximo 10 de junio, un mes antes de la fecha oficial, que era el 12 de julio.
Los motivos que le han llevado a tomar esta decisión son muchos, empezando por la campaña de desprestigio que estaba sufriendo desde la llegada del PP al Gobierno, pasando por la defenestración pública de su gestión, al haberse encargado a consultoras y auditoras extranjeras valorar a toda la banca, y terminando por la negativa del Gobierno a aceptar su comparecencia ante el Congreso.
Sea cual sea el motivo, la fecha elegida encaja como anillo al dedo, ya que el 11 de junio, primer día en el que podrá tomarle el relevo su sucesor, es cuando empieza una nueva etapa para la banca.
Para esa fecha, todas las entidades deberán haber presentado los nuevos planes de saneamiento, una semana después se conocerán las valoraciones de Oliver Wyman y Roland Berger sobre los activos inmobiliarios de la banca, el 30 de junio se anunciarán las nuevas fusiones, y antes de verano estará la lista la auditoría encargada por Bruselas sobre el sector.
Dicho de otro modo: el nuevo gobernador será quien encare, dese el primer momento, la nueva vuelta de tuerca que debe afrontar el sector financiero y que todos aspiran a que sea la definitiva.
Entre otros motivos, porque consideran que el legado de MAFO es pura tierra quemada.
Negra herencia
Fernández Ordóñez se marcha con un banco -Valencia- y cinco cajas -CCM, Cajasur, CAM, Catalunya Caixa y Unnim- intervenidas; otro, BFA/Bankia, convertido en banco público; un amplio abanico de entidades abocadas a pedir ayudas públicas; algunas fusiones interminables, como Caja España-Duero; y la vaca lechera del Fondo de Garantía de Depósitos vacía, lo que significa que no hay dinero para tapar tanto agujero.
"Fue él quien introdujo un proceso de fusiones que, como se ha demostrado, no servía para atajar la crisis. Pensaba que lo importante era el tamaño y estaba equivocado", señala una fuente del sector.
Para más inri, la obsesión de MAFO por los matrimonios entre entidades se centró en unir las buenas con las malas, lo que ha terminado contagiando a todo el sector, ya que sobre su mesa tuvo matrimonios entre cajas solventes que desechó, forzándoles con sus constantes negativas a tener que tragar la mala hierba.
"Cuando comenzó la crisis, las entidades propusieron al Banco de España que hiciera desapareecr a las entidades menos viables, que permitiera a las cajas acudir a la ventanilla europea para conseguir liquidez y que creara un banco malo de suelo. Se cerró en banda, y tres años después, mira donde estamos", asegura otro financiero.
Larga lista de errores
Dentro de la larga lista de reprobaciones que se escuchan ahora hacia Fernández Ordóñez destaca el caso de Caja de Ahorros del Mediterráneo (CAM), una entidad que evitó intervenir por todos los medios, presionando a otros grupos para que se quedaran con ella, y que sólo se atrevió a abordar cuando no quedaba otra escapatoria.
"Hace tres años, todos sabíamos quienes eran las cajas no viables: CCM, CAM, Bancaja, las catalanas... pero se creyó que con fusionarlas se daba la impresión de que estábamos haciendo algo y, al final, Europa nos sacaría de la crisis por efecto arrastre. Era todo un patada hacia adelante. Nadie supo ver que la crisis era tan grave", recuerda un portavoz.
Un ejemplo de que las entidades sabían hacer los números mejor que el propio MAFO es Unicaja, que una vez tras otra rechazaba sellar matrimonios con los números que daba por buenos el Banco de España. La entidad andaluza siempre decía que el agujero era mayor, y el tiempo le ha dado la razón. Ahí están CCM, CajaSur, CAM y CajaEspaña-Duero.
¿Cómo es posible que el regulador no viera los agujeros que detectaba otra caja? Y su consecuencia directa: ¿cómo ha dejado que Unicaja toreara así, una vez tras otra, al Banco de España?
"Cometió errores de análisis, de personalismos y políticos, al permitir en Cataluña cosas que prohibía en Galicia", apunta un conocedor de las negociaciones. "Nunca le gustaron las cajas, ha hecho todo lo posible para quitarlas de en medio, y al final sólo ha conseguido que se desacredite a todo el sector", añade.
Como muestra, su decisión de presentar a los test de estrés de Bruselas a todas las entidades españolas. Un ejercicio de quijotismo que llevó a España a aparecer siempre como el país con mayor número de suspensos -el resto de Estados se cubría antes y sólo presentaban a los que creían que podían aprobar-.
¿Qué se consiguió? Que se viera a nuestro sistema financiero como el peor. "Mal diagnóstico, mala ejecución y decisiones en contra de los intereses del sector. Es el legado de MAFO". Al menos, eso piensan las entidades.
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