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Fernando LLopis; En este caluroso agosto pasé un fin de semana en Madrid; Tras un error en la introducción del nombre de una calle, el GPS nos llevó frente a una de las oficinas que la CAM todavía tiene en Madrid. Sin ser trabajador de esta entidad siempre había tenido cierto orgullo alicantino cuando veía su inconfundible rótulo en alguna de las ciudades de España. Ese día, sin embargo, su visión me sumió en cierta melancolía. No pude ser de otra manera, es muy triste este final que parece acompañar a la que ha sido la mayor empresa de la provincia, así como a parte de sus trabajadores y, por qué no decirlo, a la inmensa labor y obra social que la CAM realizaba en su provincia. Recuerdo que el director de una de las oficinas de la CAM me comentaba que era increíble que mientras cualquier director podía ser defenestrado solamente por no cumplir los objetivos, nadie parecía ser culpable de la caída de la CAM. Y es cierto, nadie tiene excesivo interés en conocer realmente qué es lo que ha pasado, es posible porque los partidos mayoritarios así como el Banco de España prefieren que esto quede en nada.

Envuelto en estos pensamientos me volvió a mi cabeza una pequeña historia de batallas que leí hace mucho tiempo. Debajo de un dibujo que representaba la mayor victoria del general cartaginés Aníbal frente a los romanos, se contaba la historia de los generales romanos que se enfrentaron a él. Eran dos, Terrencio Varrón y Paulo Emilio, los cónsules a los que el senado romano había puesto el mayor ejército para frenar al invencible Aníbal. Me llamó la atención que se repartían diariamente el mando, Paulo Emilio más prudente prefería esperar, por otro lado, Varrón, seguro del tamaño de su ejército, aprovechó uno de los días de su mandato para plantear batalla. El desastre fue total, pero curiosamente el responsable del mismo salvó su vida, escapando a caballo con unos cuantos soldados, mientras Paulo Emilio junto con el resto de los soldados murió en el campo de batalla. Se me quedaron grabadas las palabras del relato: «Varrón al ver el desastre fue a su tienda a llorar la muerte de sus soldados».

Hice un cruce mental e imaginaba a los empleados de la CAM, y por qué no, a sus clientes o los receptores de su obra social, totalmente rodeados por los cartagineses mientras los responsables del desaguisado se escapaban con sus pensiones bien aseguradas o con los beneficios de sus créditos a interés cero.

No cabe duda que el equipo directivo de la CAM ha sido uno de los grandes responsables del desastre. Es muy probable que al igual que a Varrón la ambición de ser una de las cajas más grandes les hizo afrontar riesgos u operaciones que jamás deberían haber realizado.

Al final, los señalados van a ser ellos, aunque insisto que nada va a pasar porque nadie quiere que pase nada. Da la sensación que el objetivo del Banco de España es que la CAM sea engullida por alguna entidad cuanto antes, con el menor número de bajas de personal y que al erario público no lo cueste demasiado más de lo que parece que va a costar.

Para mí, en si el culpable de lo sucedido a la CAM y a otras cajas es el modelo de gestión utilizada basada en que amigos de los partidos mayoritarios estén al frente.

Entre Zaplana y Camps montaron un modelo en el que al frente de las cajas no estuvieran profesionales de prestigio o con gran conocimiento, sino más bien serviles a la causa. Desde el PSPV las quejas eran en voz baja, ya que en otras cajas la situación era invertida. En nuestro caso grandes eventos de los realizados u obras faraónicas como las de Terra Mítica ahogaron parte de los beneficios de la CAM. Como se ha demostrado, al estar financiados sin restricciones estas obras que podrían haber sido interesantes e incluso rentables han supuesto un dislate económico. La actitud del Banco de España cuanto menos parece sospechosa, tanta auditoría, tanto inspector y tanto informe para que no se detectara ningún problema hasta que era demasiado tarde.

Lo triste es que cuando todavía había opciones de salvar la entidad con alguna fusión o unión me temo que han prevalecido los intereses de los políticos o incluso de alguno de los dirigentes que querían seguir siendo super jefe antes que velar por los intereses de la entidad.

Al final, el desastre se ha producido. Confío que se puedan mantener el mayor número de puestos para los trabajadores, ya que al final va a ser lo último que nos quede de la CAM, gente que la lleve en su corazón. También espero que a los culpables les afecte en algo, pero desgraciadamente en vez de irse a su tienda como Varrón a llorar el desastre, parece que se han ido sin remordimientos ni sensación de culpa, eso sí con la pensión bien asegurada.

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