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LUIS PRATS Se acabó, Don Carnal y su alegría en el dispendio y la francachela, donde todo vale y el hedonismo se eleva por encima de obligaciones en un vade retro al pensamiento calvinista, toca a su fin. Los tiempos en los que la vida era bella, de viajes de placer en los que con dolce vita se auto premiaban contabilizándolos como un componente más de sus elevadas remuneraciones, ya no volverán. Ha comenzado la cuaresma para Amorós, la última y primera directora de la extinta CAM. En viernes, tras el miércoles de ceniza, más tarde vendrá el de dolores. Quizás no sean cuarenta días, sean muchos más los que haya de esperar para conocer su situación ante la justicia y la sociedad, una abriéndole expedientes y causas, y la otra exigiéndole responsabilidades de su nefasta gestión, su nepotismo, su prodigalidad con lo ajeno y su más que excesiva generosidad para consigo misma.
Acompañada de los letrados de Gómez Acebo, tan altiva como siempre hace su entrada en la sala María Dolores Amorós. Traje pantalón oscuro, cuaderno de bitácora en mano donde apunta diligentemente las incidencias. Sentada en primera fila como corresponde, sintiéndose observada por las miradas de periodistas, algún que otro compañero y más de un cliente afectado por sus desmanes. Evita mirar hacia atrás no vaya a ser que la ira le delate. Comienza el juicio con una brillante exposición de la letrada de la CAM. La jueza impone su autoridad, con seriedad y contundencia. Pruebas periciales, documentales y testificales se suceden con lentitud exasperante. Testigos de cargo en complicidad. Demasiadas repreguntas por todas las partes, incluyendo la jueza. Todas las principales actoras son mujeres, es su turno. 
En este período de preparación para sufrimientos venideros, la ex directora emplaza a la que fue su empresa, en la que estuvo largos años dirigiéndola desde diversos despachos, para que según su entender le devuelva el honor y dineros que al despedirla le fueron hurtados. Su espléndido salario de más de 600.000 ? anuales, consensuado con sus compañeros de reparto, y su pensión pretendida y pactada con Modesto, sin ápice de modestia, con nocturnidad y alevosía, de mil euros diarios. La que nunca perdonó, la que en ningún caso miró en beneficio de la plantilla cuando lo que se ha dado en llamar recursos humanos era de su incumbencia, pide ahora lo que en ningún caso concedió, improcedencia en su despido. Con excesiva generosidad le habilitan despacho en Oscar Esplá para su defensa, cuando su lema fue al enemigo ni agua.
Tal era la altanería con la que se movían por sus territorios la despedida y el resto de dirigentes, que siguieron manteniendo como asesor jurídico laboral (Se refiere claramente a Carlos Picazo) a quien pretendió enviar, entre otras ocurrencias, regalos institucionales a jueces y magistrados. Tan propio de quienes se mueven en aguas movedizas como impropio de quienes dirigen una entidad el presunto conato de cohecho. La prepotencia combinada con grandes dosis de ineptitud, pueden llevar a escenarios esotéricos a quienes se les supone grado sumo de profesionalidad y depurada técnica en lo propio.
El despido ejecutado por los administradores del FROB no es más que el comienzo del vía crucis en que culminará su particular cuaresma. La pasión, el sufrimiento, llegará cuando el despido sea declarado procedente y la imputación del sustituto de Grande Marlaska en la Audiencia Nacional se consolide en acusación con cargos a los que deba responder, en base a la denuncia presentada y a los informes y expedientes sancionadores del Banco de España. Miles de afectados por la pérdida de sus ahorros invertidos en productos que tanto ella como sus  más allegados o no adquirieron o lo hicieron de forma testimonial, trabajadores y sociedad en general seguirán expectantes los derroteros de su paso por los tribunales, esperando que otros sigan su camino. Vista para sentencia una de las cabezas visibles de los licenciados en artificios contables para falsear resultados. El juzgado cuatro de lo social tiene la palabra.

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