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El gran farol (IV)

La crónicavirtual, recopilado por Sindicato Alta - 10/02/2012

 

En una timba de póker, Mortadelo y Filemón, el Superintendente Vicente y la señorita Ofelia, la Caja de Ahorros del Mediterráneo siguió los pasos del Barings Merchant Bank. Una entidad alicantina y murciana, bicentenaria, referencia económica en ambas provincias y posteriormente en otras, durante muchos años, fue intervenida por el Banco de España; ¡qué vergüenza!.

 

Sin ánimo de obviar las responsabilidades del comité de dirección de la CAM, dirigido en los últimos meses del hundimiento, por María Dolores Amorós Marco y compuesto por Joaquín Meseguer Torres, José Pina Galiana, Teófilo Sogorb Pomares, Daniel Gil Mallebrera, Vicente Soriano Terol, Agustín Llorca Ramírez, Francisco Martínez, Bernardo Chuliá e Ildefonso Riquelme Manzanera, conocidos en la jerga cajera como “Harry Potter, Fred Astaire, Brotolín, Polvoreta, Catetito, Mister Bean, el pez globo, el enano saltarín, el sapo pinosero y demás zarandajas,

JUAN NAVARRO   

En su elegante residencia de las afueras de Londres, sonó el teléfono. El mayordomo se acercó al salón dónde se desarrollaba una de sus rutinarias cenas de fin de semana. La alta sociedad londinense apreciaba sus invitaciones puesto que era muy conocida la finura gastronómica del anfitrión y su excepcional  bodega; el jefe de cocina, francés, había sido “le chef” de la embajada de Francia en Londres.

“Señor”, susurró al oído izquierdo; el derecho no le funcionaba muy bien, “le llama el vicepresidente del banco. Le he pasado la llamada a la biblioteca”. Descolgó el teléfono y escuchó: “las conversaciones con el fondo árabe han fracasado; la solución es la quiebra del banco”.

Peter Baring, presidente del Barings Merchant Bank, el banco más antiguo del Reino Unido, fundado por el abuelo de su tatarabuelo, en 1763; el banco que financió la compra de Louisiana a la Francia napoleónica, y cuya historia estaba indisolublemente unida a la historia del Reino Unido los últimos doscientos años, no podía dar crédito a la información recibida. “Es imposible, no puedo creer que un mequetrefe, un parvenu, de apenas veintiocho años, lleve al banco de mis ancestros a la quiebra”. El banco se vendió a ING Direct por una libra esterlina.

Sepan, aquellos que no estén al corriente del motivo del título de estos artículos, que “El gran farol” fue una deliciosa película interpretada por Ewan Mc Gregor y dirigida por James Dearden. La película narra la quiebra del Barings Merchant Bank debido a las actividades bursátiles de Nick Leeson como agente del banco en Singapur y su actuación en la compra de “futuros” y “preferentes” para el banco, llevándolo a la quiebra cuando las pérdidas superaron, en 1995, los setecientos veinte millones de euros. ¿Les suena la letra de esta canción?.

En una timba de póker, cuyos actores no eran, precisamente, Steve McQueen y Edward G. Robinson, sino más bien Mortadelo y Filemón, el Superintendente Vicente y la señorita Ofelia, la Caja de Ahorros del Mediterráneo siguió los pasos del Barings Merchant Bank. Una entidad alicantina y murciana, bicentenaria, referencia económica en ambas provincias y posteriormente en otras, durante muchos años, fue intervenida por el Banco de España; ¡qué vergüenza!.

Afloró pérdidas, en el ejercicio de 2011, por más de 1.800 millones de euros y posteriormente se vendió al Banco de Sabadell, ¡la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida!”, contra quien había pujado por la compra del Banco Atlántico años atrás, por la simbólica cantidad de un euro.

Sin ánimo de obviar las responsabilidades del comité de dirección de la CAM, dirigido en los últimos meses del hundimiento, por María Dolores Amorós Marco y compuesto por Joaquín Meseguer Torres, José Pina Galiana, Teófilo Sogorb Pomares, Daniel Gil Mallebrera, Vicente Soriano Terol, Agustín Llorca Ramírez, Francisco Martínez, Bernardo Chuliá e Ildefonso Riquelme Manzanera, conocidos en la jerga cajera como “Harry Potter, Fred Astaire, Brotolín, Polvoreta, Catetito, Mister Bean, el pez globo, el enano saltarín, el sapo pinosero y demás zarandajas, : “hemos aprobado los parciales y el final: ¿Nos aplaudimos?”, el sendero luminoso se encendió muchos años antes. Muchos años, muchos; tantos como veintitrés años atrás: corría el año del señor de 1989 y dice así:

Tras su vuelta a la CAM, desde la dirección general de economía y política financiera de la Generalitat Valenciana, y con la entidad benéfico social navegando viento en popa a toda vela, Juan Antonio Gisbert pasó a ocupar el  “puesto que tengo allí” y que dejó cuando marchó a Valencia cuatro años antes: Secretario General. Ocupado interinamente por López Abad y posteriormente por Juan Sanchís, Gisbert tomó posesión del mismo en octubre de 1989. Nadie intuyó la jugada maestra del muchacho alicantino del barrio del Plá, con orígenes alcoyanos y con domicilio en la calle Cruz de Piedra, la zona más humilde de Vistahermosa. En su estrategia y tras sus fracasos anteriores de ser nombrado conseller por Juan Lerma; (no era catedrático ni siquiera tenía el título de doctor, cosa que a Lerma lo encandilaba); director general de la hipotética fusión de  Cajavalencia con la CAM y otras locas pasiones,  ocupar la secretaría general de la CAM era su última posibilidad de triunfo para su vanidad de bisutería.

Él sabía perfectamente que era responsabilidad de la secretaría general la confección del orden del día del Consejo de Administración de la caja; la obra social, con su inmenso pesebre  que quebranta voluntades; “madre yo al oro me humillo/ él es mi amante y mi amado/ pues de puro enamorado/anda continuo amarillo/ que pues doblón o sencillo/hace todo cuanto quiero/poderoso caballero/ es don dinero (Francisco de Quevedo y Villegas, siglo de oro).

De la secretaría general dependía la asesoría jurídica y, ¡ay, el frasco de las sales!, el proceso de renovación de órganos de gobierno, proceso arduo, proceloso y en el cual nuestro héroe Gisbert se movía como un pez en aguas turbulentas. En dicho proceso, de acuerdo a la legislación autonómica, cuyo autor fue el propio Gisbert, correspondía, publicado el proceso electoral, elegir a los impositores a través de un “sistema de insaculación, mediante el cual, un programa informático elegirá a los impositores que, a su vez, confeccionarán las listas que deberán votarse para elegir a los representantes de dicho colectivo en la asamblea general y posteriormente en el consejo de administración”. El controlador de ese proceso tenía las claves para la entrada de determinados personajes e impedir  cualquier visita inoportuna. El amo de las llaves del calabozo y del propio calabozo, tenía nombre y apellidos: Juan Antonio Gisbert García. Como dato anecdótico, quiero afirmar que Diego Such Pérez fue “insaculado” por la mano oculta del ordenador de la CAM en el proceso electoral de 1989.

Era tan importante controlar el proceso que, unos meses antes de volver Gisbert, el PSPV preparó una operación para llevar a Ángel Cuesta, presidente de la autoridad portuaria, a la presidencia del consejo de administración de la CAM y desplazar a Román “Manchi” Bono. Allí participaron Ángel Franco, Alejandro Bas, Francisco Brotons Baldó, Pedro Hernández, “el hombre de la verruga” y muchos más y cuando digo muchos más, digo muchos más. Pedro Hernández, entonces nominado por el PSPV como consejero de la CAM, y actualmente consejero de Bancaja propuesto por el PP. ¿me siguen?, participó como presidente de los consumidores, para darle una pátina legalista al tema. Aquello terminó como el rosario de la aurora puesto que el día anterior a la asamblea que debía elegir a los miembros del consejo y por ende su presidente, Cuesta se dedicó a “claxonear”, güisquis de por medio, en el club de regatas, a quien quiso oírle, que Román había terminado sus días en la CAM. “Mañana, seré presidente de la CAM, desplazaremos a los señoritos del poder y el pueblo volverá a la CAM”, afirmaba Cuesta.

Obviamente el férreo control de los impositores, por parte de López Abad y la comisión de control por parte de Martín Ramón Moreno con la colaboración de Juan Martínez Abarca, impidió  que los deseos de Cuesta y su mentor, que podemos adivinar quien es, tuviesen éxito.

Gisbert, tras su vuelta a la CAM, se había ido trabajando a Valenzuela. Lo bizcochaba a fuego lento, como el guiso de la abuela. Quería el puesto de director general a toda costa y nada, ni nadie, se interpondría en su camino. Sabía que la CAPAV tenía problemas; ¡qué entidad financiera no los tenía, incluida la CAM! (“Juan, la caja perdía dinero, desde hacía muchos años, en su negocio tradicional de conseguir y prestar dinero; el beneficio venía por otro lado”. Esto me lo dijo, hace unos días, un buen amigo, ya jubilado y con grandes responsabilidades directivas en la CAM , en tiempo pasado, tomando el sol en la deliciosa playa de San Juan. Bueno, me contó esto y otras graciosas anécdotas que en su momento irán apareciendo.

Bueno volvamos al tema. Gisbert sabía que la CAPAV tenía problemas. Entre otros por los  créditos concedidos a Manufacturas Metálicas del Mediterráneo, empresa situada en el actual emplazamiento de la Ciudad de la Luz. Se quisieron vender los terrenos de Agua Amarga a la ONCE para una residencia de sus empleados, pero el Ayuntamiento de Alicante, presidido por Lassaletta dijo que nones y la cosa quedó para mejor ocasión. La  CAPAV no  pudo recuperar el crédito de Manufacturas, ni el de Barcelona ni el de la Vila Joiosa ni … otros.

Las digestiones de Caja Provincial de Valencia y Caja Rural de Bonanza, denominada del Mediterráneo, se le indigestaron a don Francisco Bernabeu Alberola. Por ello, la resultante era fusionar dicha caja. Que Moscú no quisiera la fusión CAPAV – Caja Valencia era lógico, pero que Gisbert le gastase semejante “putada” al molt honorable En Joan Lerma, no era de recibo. Juan Lerma se lo confesó a Enrique Sanus; “Joder Enrique, qué cabronada me han gastado tus amigos”. La reunión en el Hort del Xocolater de Septiembre de 1990 fue definitiva. Moscú estaba tocado y hundido por “negociación prohibida a funcionarios” según el auto de Faustino Urquía y meditaba dimitir de presidente de la Diputación de Alicante. Posteriormente el Supremo afirmaba: “Absolvemos pues no ha habido delito”. ¡Vaya papelón de Gerardo Muñoz Lorente y Manuel Benabent, sicarios de Miralles y de Juan Lerma.

Moscú rindió armas y dejó en manos de Gisbert el liderazgo de la fusión.  Moscú dimitió como presidente de la diputación de Alicante el 25 de marzo de 1991 y en el mismo pleno eligieron a Antonio- Gregorio Mira- Perceval Pastor, cuñado de Juan Antonio Gisbert.

 El 4 de enero de 1991, Ángel Luna fue elegido secretario general de la agrupación local de Alicante del PSPV-PSOE, en sustitución de Antonio Fernández Valenzuela y en la misma asamblea fue elegido candidato a la alcaldía de Alicante como número uno de la lista municipal sustituyendo a José Luis Lassaleta Cano. De las tres patas de la “machacona”, tertulia gastronómico política que contaba entre sus miembros a conocidos planetarios como José María Totosa, sociólogo y profesor de la UA; Alfonso Arenas, abogado, empleado de la CAAM y concejal de urbanismo del Ayuntamiento de Alicante cuando la escandalera de Alcampo, hoy Plaza Mar 2;  Luis Perea, Martínez Bernicola, Fernando Plaza, Juan Antonio Gisbert, Ángel Luna y Antonio-Gregorio, sólo quedaba apuntalar una: la CAM. Las otras dos: Ayuntamiento y Diputación ya las tenían “machihembradas”. Gisbert se apresuró a que fuese realidad.

El protocolo de la firma de la fusión CAM-CAPAV, celebrado en la sede de la CAPAV, Óscar Esplá 35, indicaba, y cito textual: “A las 13 horas,recepción a la entrada del salón de actos; palabras de bienvenida de Francisco Rodríguez Valderrama; lectura de la escritura de la creación de la fundación cultural CAM por parte del notario don Antonio Ripoll Jaén. Lectura de la escritura de fusión de la CAM y la CAPAV por parte del notario D. José María Iriarte Calvo. Firma de ambas escrituras (es posible que se ausenten los notarios). Palabras de Román Bono Guardiola y palabras del Muy Honorable Juan Lerma y Blasco. Fin del acto y almuerzo en el Club de Regatas de Alicante”.

Tras el almuerzo en el Club de Regatas y el “gracias Antonio” de Román “Manchi” Bono, Ramón Berenguer Prieto, alcalde de Aspe, amigo de Alfonso Guerra, secretario del consejo de administración de la CAM y defensor a ultranza de la fusión CAPAV-Caja Valencia; el enemigo en la puerta; marchó con Antonio Fernández Valenzuela, a tomar un café a la cafetería Asia, en la plaza de Canalejas. Moscú encendió un Boncalo y Ramón encendió un Davidoff apretándolo fuertemente con los dientes. “Moscú”, musitó Ramón, otra vez a perder el partido sin tocar el balón”. Moscú escuchaba complacido a su amigo Ramón, encendió otro cigarrillo y tras apurar su Ballantine’s, le dijo: “Ramón, esta noche te han invitado a una cena, ¿verdad?. “Bueno, Antonio, iremos a ver que nos cuentan”.

A las ocho y media de la noche, Ramón Berenguer Prieto, maestro matricero, alcalde de Aspe, parlamentario en les Corts Valencianes, que llegaba al Canyar de Valencia acompañado de Juan Lerma y el dueño decía: “Buenas tardes don Ramón y sus amigos”, cruzaba el umbral de el restaurante Maestral, propiedad de Joaquín Secundino Arias López. Esa noche se jugaba la gran partida de póker y Gisbert era el croupier.

Escribo mientras escucho la música que me gustas y me recuerda momentos inolvidables. Atravesar Estados Unidos, desde Nueva York a San Francisco, durante un mes y ocho días, recorriendo las grandes praderas, las Rocosas, el Valle de la Muerte, Sierra Nevada, Utah, Colorado, Arizona, Nevada, Missouri, Kansas y California, “one day near Salinas, Bobbie Slip away”, ha sido una de las aventuras mas importantes de mi vida. “El muchacho que barría la puerta vive aquí, al lado de la gasolinera”, nos dijo el barman del garito donde Neil Young grabó “Harvest Moon”, y “a tras beber una cerveza de desayuno que no estuvo mal, me decidí a tomar otra como postre, ponerme mi camiseta mas limpia entre las sucias, afeitarme, peinarme y bajar a trompicones la escalera para encarar el día” (Sunday morning coming down, kris kristofferson). Ahora escucho “Like a Hurricane”, bellísima canción de Neil Young, que participo con usted, querido lector.

Once I thought I saw you/in a crowded hazy bar/dancing on the light/from star to star.

Far across the moonbeam/I know that’s who you are/I saw your brown eyes/turning once to fire/ You are like a hurricane/ there’s calm in your eyes”.

Una vez pensó que te había visto en la barra de un garito atestado y nebuloso, bailando en la luz de una estrella a otra. Aunque muy lejos y a través de un rayo de luna, sé quien eres. Vi tus ojos marrones, brillando a veces como fuego, eres como un huracán y hay tranquilidad en tus ojos.

Nos leemos la próxima semana y prometo que avanzaremos. Nos quedan muchos “faroles”.

 

 

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